Las nanoburbujas son increíblemente pequeñas, con un diámetro de menos de 200 nanómetros, lo que las hace invisibles al ojo humano. Entonces, ¿cómo demostramos que realmente están ahí?
Una de las mejores maneras de revelar la presencia de las nanoburbujas es con un experimento simple pero efectivo: la prueba del láser verde.
En este experimento de Moleaer Science Lab, preparamos dos vasos uno al lado del otro. Uno contiene agua desionizada común, y el otro es agua desionizada tratada con el generador de nanoburbujas de Moleaer. Al observar ambos vasos, son indistinguibles. Sin embargo, cuando el láser pasa a través de ambos vasos, los resultados son sorprendentemente diferentes.
Este fenómeno, conocido como el efecto Tyndall, ocurre cuando la luz interactúa con partículas a escala nanométrica. Las nanoburbujas actúan como pequeñas partículas suspendidas en el agua, y su tamaño a escala nanométrica y alta concentración les otorgan propiedades únicas.
La prueba del láser verde no es solo un fascinante efecto de luz láser; es la prueba de las nanoburbujas en acción. El efecto Tyndall, típicamente utilizado para revelar nanopartículas, resalta su presencia y dispersión en el agua. A diferencia de las burbujas más grandes, las nanoburbujas proporcionan un área superficial significativamente mayor y una mayor eficacia de penetración, abriendo nuevas posibilidades en diversas industrias. Aunque son invisibles al ojo humano, su impacto es muy visible. Esta simple prueba ofrece un vistazo a las notables propiedades que hacen que el uso de nanoburbujas pueda significar un cambio radical.
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